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Una joven pasa años sin vida social, ahorra 200.000 euros y ahora se arrepiente: “No disfruté la vida”

Cuando ahorrar se convierte en una obsesión.

Ahorrar es un objetivo común para muchas personas. Planificar el futuro y disponer de un colchón económico ofrece tranquilidad, pero no siempre es fácil conseguirlo. El nivel de ingresos, el coste de vida y el dinero destinado a ocio y actividades sociales marcan la diferencia entre quienes logran guardar una parte de su salario y quienes apenas llegan a final de mes.

Sin embargo, hay quienes llevan esta meta al extremo. Algunas personas eliminan casi por completo el ocio, reducen al mínimo los gastos en el hogar y limitan su vida social para acumular la mayor cantidad de dinero posible. Este enfoque puede permitir alcanzar objetivos financieros ambiciosos, pero también tiene un coste difícil de medir.

Ese fue el caso de Gwen Merz, una estadounidense que dedicó años a ahorrar con la intención de retirarse joven. No le interesaba desarrollar una gran carrera profesional ni perseguir el éxito laboral. Su única meta era juntar suficiente dinero para dejar de trabajar cuanto antes, sin importar los sacrificios que esto implicara.

Un plan financiero con consecuencias inesperadas.

Durante cuatro años, Gwen llevó su método al extremo. Ganaba 65.000 dólares anuales (alrededor de 60.000 euros) y ahorraba un 75% de su salario. Para lograrlo, compartía vivienda sin necesitarlo, rechazaba planes con amigos, evitaba asistir a eventos y limitaba su vida social a reuniones en casa con juegos de mesa.

La estrategia funcionó en términos económicos: logró ahorrar 200.000 dólares (unos 184.610 euros al cambio actual). Sin embargo, con el tiempo empezó a notar los efectos negativos. “En ese tipo de reuniones tras la jornada laboral es donde se crean las conexiones que después pueden servirte”, explicó, admitiendo que su aislamiento le perjudicó en el trabajo.

Su vida sentimental también se vio afectada. Con 27 años, se dio cuenta de que mantener una relación estable era difícil porque su estilo de vida frugal no coincidía con el de sus parejas. Ahorrar había sido su prioridad, pero el precio que pagó fue una sensación de vacío que no había previsto.

Un cambio de rumbo y una nueva perspectiva.

Después de cinco años de disciplina extrema, Gwen tomó una decisión. Con 200.000 dólares ahorrados, comprendió que su plan de jubilación anticipada no era viable a largo plazo. Fue entonces cuando encontró un empleo en el sector tecnológico que realmente le motivaba y que le hizo replantearse su visión del futuro.

Decidió empezar a gastar más en experiencias, ocio y relaciones personales. Su vida cambió por completo: ahora tiene casa propia, está comprometida y sigue ahorrando, pero sin renunciar a disfrutar del presente. “No quiero volver a sentirme vacía”, confiesa, convencida de que el equilibrio entre seguridad financiera y bienestar personal es la clave.