“Vengo caldeada del instituto”: el enfado de una profesora por lo que le hicieron en clase que todos están comentando

Atención a esto.

Las historias que ocurren dentro de las aulas siempre captan la atención del público. Tal vez sea porque todos hemos pasado por ellas, o porque el recuerdo de los profesores y los exámenes aún despierta emociones fuertes. Sea cual sea el motivo, los episodios del mundo educativo —cuando saltan a las redes— suelen desatar debates apasionados, llenos de opiniones encontradas y experiencias personales. Los docentes, por su parte, se han convertido en cronistas involuntarios de un sistema que a menudo les pone al límite.

En plataformas como TikTok, cada vez más profesores utilizan su voz para mostrar la cara menos idealizada de la enseñanza. Allí no hay pizarras limpias ni clases perfectas, sino cansancio, frustración y también humor para sobrellevar el día a día. Algunos de estos vídeos alcanzan millones de reproducciones y generan auténticos foros de discusión sobre lo que está fallando en el sistema educativo actual.

Y en ese espacio de sinceridad y desahogo, las experiencias más personales se convierten en espejos colectivos. Los usuarios se reconocen en ellas: padres, alumnos y compañeros de profesión comentan, debaten y comparten lo que viven en primera persona. En este contexto ha surgido una publicación que ha encendido una conversación especialmente intensa.

Cuando la paciencia se pone a prueba.

La protagonista es Laura Gómez, profesora de matemáticas y creadora de contenido conocida en TikTok como @laurimathteacher, donde más de 1,6 millones de personas siguen sus reflexiones sobre el mundo educativo. En uno de sus últimos vídeos, sin embargo, dejó de lado los consejos y las anécdotas ligeras para mostrar su hartazgo. “Vengo caldeada del instituto”, comienza diciendo, mientras muestra un fragmento de un informativo en el que se alerta de que uno de cada cinco docentes españoles se plantea abandonar la profesión debido al mal comportamiento en las aulas.

Con tono de cansancio, la profesora relata su día: “20 minutos de reloj he necesitado para empezar mi clase. 20 minutos para poder arrancarme y decir ‘eh, bueno, ¿empezamos o qué?’”. Asegura que la interrupción constante se ha convertido en la norma, que no logra hablar más de un par de minutos seguidos sin tener que pedir silencio. Y lo más preocupante —explica— es que incluso los alumnos que quieren atender terminan desconectando.

“De verdad que me cuesta dar una explicación en la pizarra de más de dos minutos seguidos. Estoy explicando y me tengo que estar dando la vuelta para mandar callar… Es imposible”, lamenta. La situación, dice, no solo la frustra a ella, sino que también impide que los estudiantes aprendan con continuidad.

La disciplina perdida.

Gómez reconoce que, aunque entiende a quienes se pierden en medio del ruido, el problema es más profundo. “¿Y cómo lo van a entender si no hay manera de dar una explicación completa de principio a final?”, se pregunta. Lo que antes eran pequeñas distracciones hoy se han convertido —según ella— en un clima generalizado de apatía y desinterés.

“No escuchan, les da igual todo, cierran la libreta a mitad de la clase porque ya no les apetece copiar más y hay una falta de disciplina brutal”, describe. Algunos incluso llegan a confesarle abiertamente que no piensan trabajar ese día. Para la docente, el desafío no está solo en enseñar matemáticas, sino en mantener la atención en un grupo donde el ruido de unos termina afectando a todos.

@laurimathteacher

Esto se está haciendo insoportable‍✌‍

♬ sonido original – ➗LauriMathTeacher➗

La profesora recuerda que cuando era estudiante también hablaba en clase, pero sabía cuándo parar. “Ahora entre los 20 minutos que me cuesta empezar, que cada dos minutos tengo que llamar la atención y que 10 minutos antes se ponen a recoger sin permiso, ¿dime tú qué hago yo en esos 30 minutos de 50 que dura la clase?”, reflexiona con resignación.

Un desahogo que se volvió viral.

Su vídeo ha reabierto un debate que llevaba tiempo latente: el del agotamiento docente. “Cuantos más alumnos por clase más probabilidad de que alguno salte y cree follón, y al final se van a quedar sin profesores porque nos están quitando las ganas de serlo”, concluye.

Las palabras de Laura Gómez no han pasado desapercibidas. En cuestión de horas, su publicación acumuló miles de comentarios de apoyo, aunque también generó críticas y discusiones sobre el papel de las familias, la falta de recursos y la presión que sufren los profesores. La anécdota de una tarde complicada se ha convertido, una vez más, en el reflejo de un problema que muchos reconocen pero pocos saben cómo resolver.

Lo cierto es que el vídeo ha tocado una fibra sensible. En TikTok, X y otras redes, los usuarios siguen compartiendo el testimonio de la profesora y debatiendo sobre una realidad que parece repetirse en demasiadas aulas. Una prueba más de que las historias del día a día en la educación no solo conmueven: también nos hacen mirar de frente un sistema que pide a gritos ser escuchado.

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