Cuando el mundo se detiene.
Hay momentos que rompen el ritmo cotidiano y nos enfrentan, de golpe, a lo esencial. No importa dónde ocurran ni a quiénes involucren: hay sucesos que sacuden el alma colectiva y nos hacen detenernos, aunque sea por un instante. Así fue lo que ocurrió en una calurosa tarde italiana, cuando tres jóvenes detuvieron su día y, con ello, cambiaron el destino de una recién nacida.
El escenario fue Cortellazzo, en la región de Venezia, donde tres jugadores de rugby pasaron de entrenar a convertirse en héroes sin pensarlo. Pierpaolo Serena, Alvise Bavaresco y Dennis Silva no imaginaron que su jornada terminaría en una carrera contrarreloj para salvar una vida de apenas 16 días. Pero cuando alguien pidió ayuda, no dudaron.
Una bebé herida y una carrera contra el tiempo.
Dos mujeres se acercaron alarmadas: había una bebé visiblemente herida, con el cuerpo marcado por quemaduras severas. El más experimentado del grupo, Pierpaolo, estudiante de medicina deportiva y médico de un club local, supo al instante que la situación era crítica. El rostro, el pecho y el tórax de la pequeña presentaban señales alarmantes, además de hinchazón en los párpados que evidenciaba el sufrimiento extremo.
Sin perder tiempo, el grupo actuó. La comunicación, sin embargo, se convirtió en un desafío: los padres de la niña no hablaban italiano ni inglés, lo que complicaba comprender el origen de las lesiones. La madre, desorientada y con miedo, intentó alejarse con la bebé, aumentando el riesgo de que la ayuda no llegara a tiempo.
Valentía que no entiende de idiomas.
Ante la confusión, Dennis decidió actuar. La siguió a pie durante más de un kilómetro, sin saber si lograría detenerla o si encontraría resistencia. Lo hizo en su propio cumpleaños, sin pensarlo dos veces. Su insistencia permitió que se contactaran finalmente los servicios de emergencia, cuya rápida intervención fue determinante.
La bebé fue trasladada primero al hospital de San Donà, y luego a un centro especializado en Padova, donde aún permanece bajo cuidado. Los sanitarios no dudaron en subrayar la importancia de la ayuda inicial: sin ella, el pronóstico habría sido muy distinto. Es probable que esa acción rápida salvara su vida.
Ni héroes ni aplausos, solo deber.
“Solo hice lo que debía hacer”, dijo después Pierpaolo, con la serenidad de quien no busca reconocimiento. Pero sus palabras contrastan con la gravedad de lo que enfrentaron. “Si la pequeña hubiera pasado una noche más en ese estado, tal vez no lo contaba”, explicó. Esas frases, sin dramatismo, muestran cuán frágil puede ser la línea entre la vida y la tragedia.
El presidente del club donde entrenan los tres rugbistas no dudó en alabar su comportamiento. No por engrandecerlos, sino por recordarnos que la responsabilidad cívica no es solo un ideal, sino un acto concreto. Este tipo de acciones, dijo, merecen ser conocidas y reconocidas.
Lo que hicieron Pierpaolo, Alvise y Dennis no se aprende en un campo de entrenamiento. No hay manual para decidir actuar cuando todo parece confuso o peligroso. Pero su historia nos recuerda algo esencial: que la verdadera fuerza no siempre se mide en músculos, sino en humanidad.