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Una mujer afectada por el incendio relata el heróico gesto de su vecino: “Gracias a él, pude salir”

Impactante suceso.

Un estruendo sacudió el edificio de 14 plantas en Valencia, donde vivía Patricia Mañas con su hijo de ocho años. Era un día tranquilo, y Patricia había invitado a un amigo de su hijo a pasar la tarde. Los niños estaban en la cocina, preparando la masa para hacer galletas, mientras Patricia les vigilaba con una sonrisa. No se imaginaba que en ese momento, el fuego estaba devorando los pisos superiores, y que pronto llegaría a su hogar.

En el piso de al lado, Quico trabajaba en su ordenador, aprovechando que su mujer y su hijo habían salido a dar un paseo. Quico era un vecino amable y atento, que siempre saludaba a Patricia cuando se cruzaban en el ascensor. Ese día, Quico salvó la vida de Patricia y de los niños, al percatarse del incendio y avisarles a tiempo.

“Gracias a él, pude salir”.

Quico notó un olor extraño, como a cable quemado, y se levantó a investigar. Al abrir la puerta de su piso, se encontró con un humo negro y espeso, que le hizo toser. Vio que las llamas salían de uno de los pisos superiores, y que el fuego se extendía rápidamente. Sin pensarlo dos veces, cogió las llaves y salió corriendo. Antes de bajar por la escalera de emergencia, llamó al timbre de Patricia, que era la única vecina que quedaba en el edificio.

Patricia se sorprendió al escuchar el timbre, y se dirigió a la puerta. Al abrir, se encontró con Quico, que estaba pálido y nervioso. “Patricia, hay que salir, hay un incendio”, le dijo Quico, con voz urgente. Patricia no podía creerlo, no había oído ningún ruido, ni visto ningún signo de alarma. Pero confió en Quico, y cogió el bolso y a los niños. Los cuatro salieron al pasillo, que ya estaba lleno de humo.

La única salida posible era la escalera de incendios, que estaba al fondo del pasillo. Patricia, Quico y los niños se apresuraron a llegar, mientras el fuego se acercaba. En la escalera, se encontraron con otros vecinos que habían bajado antes, y con los bomberos que subían para sofocar el fuego. La escalera era muy estrecha, y había que ir con cuidado para no caer. “Los bomberos nos empujaban porque es muy estrecha y conseguimos bajar”, recuerda Patricia.

Finalmente, llegaron al exterior, donde les esperaban los servicios de emergencia. Patricia abrazó a su hijo y a su amigo, y respiró aliviada. Miró hacia arriba, y vio que su piso estaba envuelto en llamas. No podía creer que en tan solo cinco minutos, su casa hubiera quedado reducida a cenizas. “Es que yo no oí nada, olía un poquito pero nada, no hubiera salido, no hubiera podido acceder a la escalera”, dice Patricia, con lágrimas en los ojos. Y luego, se gira hacia Quico, y le da las gracias: “Gracias a él, pude salir”.