Llegada del verano y el impacto de las redes sociales.
Con la llegada del verano a España y el aumento de las temperaturas, muchos aprovechan su tiempo libre para disfrutar de comidas y bebidas en bares y restaurantes. Sin embargo, incluso en estos momentos de aparente relajación, pueden surgir situaciones inesperadas. Anteriormente, si un comensal tenía algún inconveniente durante su visita a uno de estos establecimientos, se limitaba a contar la anécdota a sus conocidos.
Hoy en día, la influencia de las redes sociales ha amplificado estas experiencias, especialmente aquellas relacionadas con cobros adicionales o disputas entre clientes y el personal del lugar. Un ejemplo notorio de esto es el caso de un ticket que se hizo viral hace unos años en Twitter.
El caso del ticket viral en Vizcaya.
Todo comenzó cuando un grupo de amigos decidió reunirse para tomar unas copas en un bar de Vizcaya, en el País Vasco. Como en ocasiones anteriores, pidieron varias copas de vino y champagne. Todo transcurría con normalidad hasta que recibieron la cuenta y notaron algo inusual en los precios.
No era el costo de las copas lo que llamó su atención, sino un recargo adicional de 10 euros que aparecía en el ticket. El concepto del cobro extra era, literalmente, “por tocar los c…”. Este detalle no tardó en aparecer en las redes sociales, generando una oleada de comentarios.
Reacciones y explicaciones.
Las reacciones en Twitter no se hicieron esperar. “A mi me parece perfecto. A veces te toca aguantar a impresentables y qué menos que obtener algo a cambio”, opinaba una usuaria. “Poco es para todo lo que tienes que aguantar”, añadía otro en la misma línea. Sin embargo, detrás de este cobro extra había una historia.
Un tercer usuario sugirió que esta práctica debería implementarse en el bar del Congreso de los Diputados, argumentando que sería una medida justa por el comportamiento inadecuado de algunas figuras públicas. Para esclarecer lo sucedido, el diario ‘Público’ entrevistó a una de las camareras del bar vasco.
La camarera reveló que el dueño del bar formaba parte del grupo de amigos que había recibido el ticket, y que todo se trataba de una broma. Esta revelación despejó las dudas y confirmó que el recargo no era una práctica habitual del establecimiento, sino un chiste interno entre conocidos.