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Se lía en ‘First Dates’ por la desafortunada frase de un soltero: “Para saber si me gusta, tendría que…”

‘First Dates’ no deja de sorprender.

En el corazón de una metrópolis que nunca duerme, el programa de televisión ‘First Dates’ se alza como un faro de esperanza para los corazones solitarios que buscan el amor en la jungla urbana. Este santuario de la televisión, famoso por sus encuentros inesperados y a veces extravagantes, se convierte en el escenario de un sinfín de aventuras románticas y desencuentros. Aunque la misión del programa es ser el puente entre almas gemelas, el sendero hacia el amor verdadero es a menudo tortuoso y lleno de sorpresas.

Camilo se presenta como un hombre que, conscientemente, evita la pretensión. Con una humildad cautivadora, admite: “dentro de mi pequeña culturilla sé, que no sé nada”. Su presencia en el programa ‘First Dates’ no es un capricho del destino, sino una búsqueda deliberada de una compañera cuya belleza trascienda lo superficial. Para él, la belleza física es un concepto mutable y secundario.

La curiosidad de Carlos Sobera, el anfitrión con una perspicacia para los detalles, no tardó en despertarse ante la elección de Camilo de traer una planta de ciclamen a su cita. La respuesta de Camilo fue tan simple como sincera: “me gustó el color”. Sin embargo, para Sobera, este gesto revelaba mucho más; era la firma de un romántico incurable y un hombre de consideración minuciosa.

La frase de Camilo que indigna a la audiencia.

Rosa, por su parte, anhela revivir la euforia del amor verdadero, ese cosquilleo en el vientre que parece reservado para los cuentos de hadas. Aunque escéptica sobre la existencia de príncipes azules en la vida real, confiesa que “los de ahora están todos desteñidos”. El detalle de Camilo la conmovió, y en un gesto de reciprocidad, le obsequió un llavero, revelando así su conexión con Móstoles (Madrid) y sus raíces australianas.

Camilo, enfrentado al dilema de discernir su atracción por Rosa, reflexiona que quizás necesitaría verla en un contexto más revelador, aunque admite: “necesitaría verla en minifalda, con unas medias, más sexy, en bañador o en bikini”. La revelación de su origen australiano lo dejó asombrado, y no pudo resistirse a hablar de los exóticos cocodrilos y canguros de su tierra natal.

“Me pareces majo, tengo muchos amigos majos”.

Durante la espera, la curiosidad de Camilo se extendió al idioma, preguntándose cómo se traduciría el nombre de Rosa al australiano. Ella le iluminó con la respuesta: “Rosemary”. Fascinado por su procedencia, Camilo instó a Rosa a compartir anécdotas de Australia, incluso llegando a preguntarle sobre la exótica carne de canguro y la cultura aborigen.

Rosa, que emigró de Australia a la tierna edad de siete años, percibió en Camilo un aire de astucia, describiéndolo como “un poquillo listillo, parecía que venía a pillarme”. Al descubrir su afición por la lectura, Camilo, que no comparte el mismo interés, sugirió un juego de adivinanzas políticas, a lo que ella se resistió, sintiéndose más en un interrogatorio que en una cita romántica.

El cumplido de Camilo hacia Rosa fue poético, llamándola “la rosa más bonita que hay en el jardín”, y buscó conocer su preferencia en el color de las rosas. Ella, evasiva, respondió que “depende de la ocasión, las rojas son las del amor, las blancas de la amistad…”. A Camilo le atraía la sinceridad y bondad que veía en Rosa, además de su interesante trasfondo multicultural.

Con un deseo de vivir intensamente el amor, Camilo busca una pareja que comparta su entusiasmo por la vida. Rosa, prefiriendo un ritmo más pausado, expresó sus dudas sobre la compatibilidad de edades y, ante la pregunta directa de Camilo sobre su interés, respondió con un diplomático “me pareces majo, tengo muchos amigos majos”. Aunque confundido, Camilo no perdió el deseo de conocerla mejor. Sin embargo, Rosa no compartía su entusiasmo, encontrándolo algo pedante y cuestionando la relevancia de saber cómo se brinda en búlgaro.

En la intimidad del reservado, la pareja compartió un baile, aunque no con la cercanía que Rosa hubiera preferido. Camilo, reacio a la idea de bailar bachata, no cesó en halagar a su cita. Encantado con la posibilidad de un segundo encuentro, expresó su deseo de explorar más a fondo a Rosa: “quiero descubrirte, quiero que tienes mucho en tu interior”. Rosa, sin embargo, estableció los límites de su relación en la amistad.

Desilusionado, Camilo buscó consejo para mejorar en futuras citas, preguntando “¿Qué es lo que no te gusta de mí, para cambiarlo?”, pero Rosa se mantuvo reservada. A pesar de ello, la velada terminó con una nota peculiar, con Rosa enseñándole cómo se despiden los gnomos, un final inesperado para una cita llena de matices y descubrimientos.