«No tiene la misma cultura que yo»: Criticó a su cita en ‘First Dates’ por su posición social, y terminó llevándose el zasca del siglo

First Dates: Enrique y Celia, una cita sin química… ni “cultura”.

El programa más romántico de la televisión, ‘First Dates’, volvió a ofrecer anoche una nueva entrega de citas a ciegas entre solteros que buscaban el amor. El espacio de Mediaset, presentado por Carlos Sobera, suele acertar en la mayoría de las ocasiones con la compatibilidad entre los comensales, pero también hay veces que el flechazo no se produce y la decepción es inevitable.

Eso fue lo que les ocurrió a Enrique y Celia, dos solteros que no tenían nada en común y que se dieron cuenta desde el primer momento. Enrique, de 69 años, se presentaba como un hombre “todoterreno” que había vivido muchas experiencias a lo largo de su vida. Aunque reconocía “no ser un hombre atractivo ni guapo”, le gustaba cuidar su imagen y vestir con elegancia. Su pasión eran las artes marciales y la escritura, y confesaba que quería seguir dando clases de karate a pesar de su edad.

«No tiene la misma cultura que tengo yo».

Celia, de 62 años, era una mujer valenciana que se definía como una luchadora que había sacado adelante a sus cinco hijos sola. No se arrepentía de nada de lo que había hecho en su vida y se sentía orgullosa de su familia. Estaba dispuesta a encontrar el amor de nuevo, después de haber tenido dos relaciones importantes en el pasado. Su trabajo estaba relacionado con la hostelería y le gustaba disfrutar de la vida.

Cuando se vieron por primera vez, la impresión fue muy desigual. Enrique quedó prendado de los ojos de Celia y le dijo que era muy guapa. Sin embargo, Celia no se mostró nada entusiasmada con el aspecto de Enrique y se sintió defraudada. Acompañados por Laura Boado, la pareja se dirigió a su mesa, donde empezó la velada.

Allí, los solteros se abrieron sobre sus anteriores matrimonios y las circunstancias que les habían llevado a buscar el amor en First Dates. Enrique contó que su mujer había sufrido Alzheimer y que él había estado cuidándola hasta que falleció hace dos años. Desde entonces, había estado muy deprimido, pero ahora quería abrir su corazón a alguien. Celia se compadeció de él, pero le dijo que “lo había pasado muy mal y no avanzaba”. Ella también había tenido dos matrimonios, pero se sentía con el corazón curado y lista para empezar una nueva etapa. “Si tú no tienes el corazón curado, no puedes abrirte a nadie”, le aconsejó.

Durante la cena, los solteros hablaron de sus aficiones y gustos, pero pronto se dieron cuenta de que no compartían nada. Enrique le dijo que le encantaban las artes marciales y la escritura, y que había leído cerca de mil libros, sobre todo clásicos, el siglo de oro y la literatura rusa. Celia, en cambio, le confesó que no le gustaba leer y que su trabajo en la hostelería le había ocupado la mayor parte de su tiempo. Enrique se mostró decepcionado con el nivel cultural de Celia y le dijo que “no podría satisfacerle”.

Al final de la cita, los solteros ya tenían claro que no había química ni conexión entre ellos y que solo podían ser amigos. Así se lo dijeron a Carlos Sobera en la decisión final, pero no sin antes lanzarse algunos reproches. Enrique le echó en cara a Celia que había sido muy fría y distante con él y que no le había dado ninguna oportunidad. Celia le respondió que él era “poca cosa para ella” y que se veía “demasiado potente para él”, dejándole enmudecido con el celebrado “zasca”. Ambos se despidieron sin beso ni abrazo, conscientes de que su cita había sido un fracaso.

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