Una pérdida que nunca se supera.
Detrás del mítico presentador Joaquín Prat, que falleció hace tres décadas, se encuentra la historia de una mujer que ha atravesado la vida entre luces y sombras: Marianne Sandberg, su viuda. Exazafata de vuelo, madre de cuatro hijos y compañera de vida del carismático rostro televisivo, Marianne ha reaparecido públicamente para rendir homenaje a su esposo y compartir el dolor que aún la acompaña.

Su testimonio, emitido en el programa Y ahora Sonsoles, ha desvelado no solo la ausencia de Joaquín, sino también la lucha silenciosa que ha librado durante años por su hijo menor, Federico. Con palabras teñidas de pesar, Sandberg habló de la batalla personal que libra Federico contra las adicciones, una realidad que ha marcado profundamente a toda la familia.
“Él navegaba -como marino mercante- y una noche el capitán puso cuatro rayas en el barco y preguntó: ‘¿Quieres probarlo?’. Y lo probó. Maldito capitán. Que se lo tome él, pero no que no meta a los demás”, relató con contundencia. La narración, cargada de impotencia, dejó entrever cómo una decisión puntual puede arrastrar a una vida entera por caminos oscuros.
“Es una pena, es muy buena persona, muy educado, a lo mejor le ha pasado por eso”, añadió Marianne, con ternura, al recordar al más reservado de sus hijos. El cariño con el que lo describe contrasta con la dureza de su realidad actual, una lucha constante entre el amor incondicional de una madre y la crudeza de una enfermedad que, por momentos, parece no dar tregua.
El peso de una ausencia.
Para Marianne, la muerte de su esposo no solo dejó un vacío emocional, sino también una herida que no deja de sangrar cuando piensa en lo que pudo haber sido. “Piensas que si hubiera estado su padre a lo mejor no se hubiera metido en eso. Yo le echo en falta siempre, cada día pienso en él, le recuerdo en algo, ellos también. Yo tenía 44 años cuando me quedé viuda”, compartió con dolor. Su reflexión no es solo una evocación nostálgica, sino una sospecha persistente de que la presencia paterna podría haber cambiado el destino de Federico.
Durante la entrevista, también confesó el desgaste emocional de años de intentos infructuosos para ayudarle. “He intentado todo para curarlo, pero se ve que todavía no quiere. Lo llevo haciendo muchos años, le he tenido en 20.000 sitios. Cuando no tiene fuerza de voluntad es muy difícil”, expresó con resignación. La frustración no ha empañado, sin embargo, su conciencia tranquila. “Es muy difícil. Él es especial. Luchas más porque luchas mucho. Estás luchando contra algo que, hagas lo que hagas, no sale bien”.
En paralelo, el propio Federico rompió su silencio en una entrevista para Canal 8, en la que intentó ofrecer su versión de los hechos. Se describió como un hombre trabajador, dispuesto a desempeñar cualquier oficio, y aseguró que sobrevivía gracias a la ayuda desinteresada de sus vecinos en La Línea de la Concepción. “Soy marino mercante, pero de camarero, de pintor… lo que sea. Soy una persona honesta y trabajadora”, dijo. Añadió que vive de lo que recoge en la calle, y defendió su dignidad asegurando que no gasta en drogas ni alcohol.
El dolor compartido también une.
Sus declaraciones, no exentas de reproches hacia su familia, causaron un revuelo inevitable. “Apenas nos hablamos. Es complicado. No estoy contento con ellos”, comentó. Estas palabras provocaron una reacción inmediata de sus hermanos Joaquín, Alejandra y Andrea, quienes emitieron un comunicado conjunto acompañado de una imagen familiar junto a su madre. “Mi hermano Federico es un ser maravilloso con un corazón de oro. Es y ha sido siempre querido en casa: educado, cariñoso, sensible y es, desgraciadamente, también un adicto”, escribieron, reconociendo tanto su valor humano como la dificultad de su situación.
El texto también revelaba que la familia lleva más de doce años luchando junto a él, sin éxito. “El propio Fede escogió vivir en el sur y continuar con su adicción”, explicaban, al tiempo que pedían comprensión y privacidad: “Ya no esperamos que algún día se cure, pero sí tener privacidad familiar para seguir gestionándolo de la manera menos dañina para todos”. La familia también quiso dejar claro que, pese a las diferencias, siguen unidos: “Nuestra familia es una piña para lo bueno y para lo malo y así va a seguir siendo. Gracias por la comprensión”.
Un lazo que resiste el tiempo.
El periodista Joaquín Prat, el más conocido de los hermanos, ya había hablado públicamente del problema de Federico en otras ocasiones. En una aparición televisiva se refirió a él como “un chico especial” y reflexionó sobre las decisiones que pueden distanciar a las personas que más te quieren. Por su parte, Alejandra también ha compartido su afecto en redes sociales con un mensaje rotundo: “Mi equipo favorito. No hay nada que me importe más en el mundo que la familia… Os quiero a morir”.
En medio de una historia marcada por el duelo, la enfermedad y la esperanza frustrada, lo que permanece es el lazo irrompible de una familia que, pese a las heridas, sigue eligiéndose. La figura de Marianne Sandberg emerge como el eje invisible que sostiene los fragmentos, el testimonio vivo de que el amor de madre no se agota, aunque el camino sea largo y doloroso. Su relato no solo conmemora la ausencia de Joaquín Prat, sino que da voz a un drama silenciado por años, el de tantas familias que siguen luchando en la sombra.