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La contundente carta de Alfonso Basterra al creador ‘El caso Asunta’ que despeja muchas dudas

Netflix estrena ‘El caso Asunta’, una serie sobre el crimen que sacudió a España

El 26 de abril, Netflix lanzó una nueva serie basada en hechos reales: ‘El caso Asunta’. Se trata de una producción que narra el asesinato de Asunta Yong Fang, una niña de origen chino adoptada por una pareja de abogados gallegos, Rosario Porto y Alfonso Basterra, que fueron acusados y condenados por el crimen.

La serie cuenta con las actuaciones de Candela Peña y Tristán Ulloa, que dan vida a los padres adoptivos de Asunta, y está creada por un equipo de guionistas liderado por Ramón Campos, Jon de la Cuesta, Gema R. Neira y David Orea.

Una historia diferente a la otra docuserie de Netflix sobre el mismo caso

‘El caso Asunta’ no es la primera vez que Netflix se interesa por este suceso que conmocionó a la opinión pública española. En 2022, la plataforma estrenó ‘El caso Asunta: Operación Nenúfar’, una docuserie de tres episodios que incluía los testimonios de Rosario Porto y Alfonso Basterra desde la prisión.

Sin embargo, la nueva serie tiene un enfoque diferente, más centrado en la reconstrucción de los hechos y en la investigación policial y judicial que llevó a la detención y el juicio de los padres adoptivos de Asunta, que siempre se declararon inocentes.

La carta que Alfonso Basterra envió al productor de la serie

Uno de los detalles más curiosos de la producción de ‘El caso Asunta’ es que Alfonso Basterra, que cumple una condena de 18 años de cárcel por el asesinato de su hija, se puso en contacto con Ramón Campos, el productor de la serie y también de la docuserie anterior, para expresarle su opinión sobre el proyecto.

En una carta que le envió desde la cárcel, Basterra le dijo que le parecía bien que hiciera una serie sobre el caso, pero que le gustaría que fuera “lo más fiel posible a la realidad” y que no se dejara influir por “las mentiras y manipulaciones” que se habían difundido sobre él y su exmujer.

“Estimado señor Campos,

En cartas anteriores le he transmitido la rabia y la ira que lleva destrozándome y devorándome desde hace tres años. Rabia e ira hacia el juez instructor, hacia el fiscal, los abogados de la acusación particular, los medios de comunicación y, muy particularmente, hacia la persona que acabó con la vida de mi niña.

Pero estos sentimientos me llevarían indefectiblemente hacia la locura y la autodestrucción y eso es algo que no puedo ni debo tolerar, porque abandonaría la esencia de mi yo, del que algo aún queda y acabaría derrotado por fuerzas ajenas a mí.

De modo que tras mucho pensar, he entendido que el perdón es mi camino. La única forma posible de mantenerme en mi camino y sortear este gran reto que el destino me ha puesto.

Puede que no se lo crea, pero después de muchas horas de meditación considero que este nuevo rumbo es, además del acertado, el definitivo. No puedo volver a caer en episodios de cólera como los que he vivido.

Es más, he llegado a la convicción de que todos ellos actuaron bajo un signo profesional del que estaban convencidos y con arreglo a la más pura de las éticas. Equivocados totalmente, pero sin saltarse la ley y sin ánimo alguno de condenar por condenar.

Se sorprenderá, pero cuando dentro de seis años, como mínimo, tenga el tercer grado en lugar de asesinar a los citados, como en tantas ocasiones imaginé, lo que realmente deseo es sentarme en una cafetería con ellos y debatir, si lo desean, lo que fue aquel juicio.

Pero lo que nunca haré será exigirles perdón, todo lo contrario, seré yo quién les ofrezca mis disculpas por tan terribles pensamientos surgidos de una locura inimaginable que no deseo a nadie. Y por la misma razón haré lo propio con el asesino o asesina de mi niña, porque ahora sí, estoy convencido de que su acción fue fruto de esa locura, ya que nadie en pleno uso de sus facultades mentales cometería una monstruosidad como esa.

Para terminar le haré una confesión: cuando recupere mi libertad, tengo el firme propósito de desaparecer, nadie volverá a saber de mí, ni tan siquiera Rosario Porto.

Solo tengo una razón para seguir con vida, que no es otra que volver a ser un hombre libre y reunirme con mi niña, nunca antes. De hecho ya tengo pensado el cómo y el dónde, tan solo me falta el cuándo pero todo llega.

Mi verdadera condena no es la prisión, señor Campos, sino no haberla podido socorrer cuando más me necesitó. Eso es algo que nunca me podré perdonar. Así que cuando conozcan mi fallecimiento le ruego que descorche una botella de cava y brinde con los suyos, solo en ese momento comprenderá que he recuperado mi felicidad. Mi niña me necesita y yo a ella.

Atentamente: Alfonso Basterra Camporro”.