
Disputas en internet: clientes insatisfechos y respuestas contundentes
Las tensiones entre hosteleros y clientes descontentos son un fenómeno común en la era de las redes sociales. Las críticas negativas, en ocasiones, reciben respuestas cargadas de ironía o severidad por parte de los propietarios de restaurantes, quienes consideran que muchas de estas quejas no son del todo justas. Esto es precisamente lo que ocurrió en Gijón, donde el dueño de un establecimiento respondió de manera contundente a un comentario que calificó de «falso».
Un supuesto cliente escribió una crítica donde relataba su mala experiencia: «La atención muy bien, pero como puntos negativos: arroz campero malísimo, hasta el rabo del conejo nos pusieron… con eso lo digo todo», inició. Su queja continuó mencionando problemas con otros platos: «Los espaguetis, recalentados en el microcentro y tiesos, el plato quemaba y la comida fría. Y para culminar, cachopo de pollo del que viene congelado y envasado. No sabía a nada evidentemente (por lo menos no estaba malo como el arroz). Doce euros y quedamos con hambre, solo pensábamos en que sería un restaurante típico del programa de Chicote».
La réplica del hostelero: aclaraciones y detalles
La respuesta del propietario no tardó en llegar. «Lamento leer sus impresiones sobre la visita que nos realizaron usted y sus dos acompañantes. Para ser rigurosos, le diré que en sus apreciaciones le faltan comentar dos detalles», comenzó el hostelero. En primer lugar, abordó el tema del arroz campero: «El primero es que si quedaron con hambre fue, sencillamente, por decisión propia. En ningún momento les comentaron al servicio que el arroz no lo encontraban de su gusto. Cuando recogieron lo que quedaba de la mesa, les hicieron el comentario que no les satisfacía el sabor a especias, y, efectivamente, lleva especia, concretamente comino: un sabor puede que chocante pero que junto al caldo, pimentón, conejo, judiones, vainas, etc., hacen una combinación que la clientela aprecia. En su caso no fue así por lo que parece, pero no quisieron sustituir el plato con ningún otro de los once del menú de ese día, detalle este que junto con ofrecer repetir a quien así lo desee de algún plato lo lleva el servicio a rajatabla».
El segundo punto de la réplica se centró en el cachopo de pollo: «Desconozco dónde comprará usted los cachopos de pechuga de pollo congelados y envasados y qué matices organolépticos encuentra cuando los consume. Por lo que a mí me afecta, le diré que por el tiempo que nos lleva hacer cachopos de pollo no me merece la pena ni andar congelando ni comprando cosas por ahí y así saben lo que llevan: pollo, fiambre y queso de barra».
La conclusión del propietario
Para cerrar su respuesta, el hostelero reflexionó sobre el trato a los clientes y su intención de mantener una buena experiencia en el restaurante: «Señora, por nuestra parte ponemos todo lo posible para que los clientes queden satisfechos y repitan visita. Si surge algún problema somos los primeros interesados en arreglarlo si los clientes son lo suficientemente comprensivos para dar la oportunidad de hacerlo».
Sin embargo, el tono final no estuvo exento de crítica hacia ciertos comportamientos: «Lamentablemente, en algunas, pocas, ocasiones el arreglo es imposible porque prefieren rentabilizar los doce euros del menú cultivando su perfil de gastrónomo de menú implacable y permanentemente insatisfecho. ¿Se imagina que hubiera cambiado el arroz por una ensalada César con sus lechugas, picatostes, bacon, anchoas, tomate, pollo crujiente y salsa? Seguro que no. Un saludo».