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España de luto: Fallece trágicamente la querida actriz Esther Uria

Trágica noticia.

Hay noticias que paralizan durante unos segundos el ritmo del día. La marcha de ciertas personas deja un eco que resuena más allá de su círculo íntimo, alcanzando a quienes, sin conocerlas personalmente, se emocionaron con su talento o su ejemplo. En los últimos días, la sociedad ha asistido a varias despedidas de figuras admiradas, cuya ausencia se siente como un silencio imprevisto.

Entre esas pérdidas, la de la actriz y pedagoga Esther Uria ha dejado una huella especialmente profunda. Tenía 55 años y una trayectoria que unía la pasión por la interpretación con un compromiso férreo con la educación. Su muerte, confirmada esta semana, ha sido recibida con consternación por compañeros de profesión, antiguos alumnos y un público que aún recordaba su presencia magnética sobre el escenario.

Quienes compartieron con ella proyectos teatrales o académicos coinciden en la misma impresión: Esther tenía una energía serena, capaz de llenar un aula o un teatro con la misma naturalidad. Su talento no solo brillaba bajo los focos, también en las aulas donde encontraba otra forma de transmitir.

Una carrera que unió arte y enseñanza.

Estudiosa y exigente consigo misma, Uria no se conformó con los aplausos. Tras una etapa de intensa actividad teatral, decidió ampliar su formación y se licenció en Psicopedagogía, consiguiendo el Premio Fin de Carrera. Posteriormente, obtuvo el Máster en Formación del Profesorado, convencida de que la educación era un terreno fértil donde el arte podía florecer de nuevas maneras.

Su empeño la llevó a obtener una beca para investigar cómo el teatro podía favorecer la convivencia entre adolescentes. Creía que subirse a un escenario era un acto de libertad y empatía, una forma de descubrir al otro sin miedo ni prejuicios. En su método, cada alumno tenía un papel esencial: todos podían ser protagonistas de su propio aprendizaje.

“Mi propósito es que los chicos se rían de sí mismos y aprendan a mirar la vida con ligereza y respeto”, solía decir. Era una filosofía que aplicaba tanto dentro como fuera del aula, convencida de que el humor era una herramienta de crecimiento y no una evasión.

La actriz que convirtió la reflexión en arte.

En el teatro, Esther Uria dejó interpretaciones memorables en obras como La cacatúa verde o La importancia de llamarse Ernesto. Su forma de abordar los personajes unía técnica y emoción, sin artificios. No buscaba el aplauso inmediato, sino el instante de conexión verdadera con el público, ese en el que alguien en la butaca se reconocía en sus gestos o palabras.

En 2013, junto a su pareja, creó Cada día es solo una vez al día, un espectáculo íntimo donde exploraba con ironía las contradicciones cotidianas. “Lo mejor es empezar riéndose de uno mismo”, decía entonces en una entrevista. Era una invitación a mirar la vida con lucidez, pero también con ternura.

Esa combinación de inteligencia y sensibilidad definió su legado: una artista que comprendió que el arte no está separado de la vida, sino que la ilumina. Su último trabajo fue precisamente eso, un canto a la alegría consciente, al presente vivido con amor y humor.

Un adiós que deja huella.

La noticia de su fallecimiento ha conmovido profundamente a la comunidad artística y educativa. Compañeros de profesión han compartido mensajes de cariño y gratitud, recordando su generosidad y su capacidad para inspirar a los demás. En las redes, muchos de sus antiguos alumnos han relatado cómo las clases con ella cambiaron su manera de entender el mundo.

No es habitual que una figura conjugue con tanto equilibrio dos vocaciones tan distintas. Esther Uria lo consiguió, y en esa armonía radica quizá la razón de tanto afecto hacia su memoria. Su legado permanecerá tanto en los escenarios como en las aulas, donde su método y su entusiasmo seguirán vivos.

Hoy, España entera recibe la noticia con una mezcla de tristeza y admiración. La pérdida de Esther Uria no solo marca el final de una trayectoria brillante, sino el recuerdo de una mujer que, desde la discreción y la pasión, logró conmover a todo un país.