España de luto: Fallece trágicamente Esther Gómez Carreras

Trágico suceso.

Las tragedias tienen el poder de dejar cicatrices profundas en la sociedad, especialmente cuando implican la pérdida de personas queridas. La aceptación de la muerte como parte inevitable del ciclo de la vida puede ofrecernos un atisbo de consuelo y resignación. Sin embargo, el dolor puede volverse insoportable en circunstancias donde la pérdida es inesperada, especialmente cuando se trata de una figura respetada y querida por muchos. Este es precisamente el caso de Esther Gómez Carreras.

La danza española está de luto tras la pérdida de Esther Gómez Carreras, una figura clave en la enseñanza y difusión de esta disciplina. El fallecimiento deja una gran ausencia en el mundo artístico. Fundadora de la escuela Mares Danza y profesora del Conservatorio de Música y Danza de Gijón, dedicó su vida a la formación de nuevas generaciones. A los 58 años, una enfermedad diagnosticada hace meses apagó su luz, pero no su legado.

Mañana domingo, a las 11 de la mañana, se celebrará su despedida en el tanatorio de Cabueñes. Allí, familiares, amigos y alumnos se reunirán para rendir homenaje a una mujer que hizo de la danza su vida y su enseñanza. Su influencia seguirá viva en cada uno de los que aprendieron de ella.

Una carrera dedicada al arte.

Desde pequeña, Esther mostró una gran vocación por la danza en su Santander natal. En 1984, decidió trasladarse a Madrid para perfeccionar su técnica en flamenco, danza contemporánea y folklore. Un año después, debutó en el Teatro de la Zarzuela como bailarina profesional, iniciando una exitosa carrera que la llevó a recorrer España, Europa y Oriente Medio.

En 1991, eligió Gijón como su hogar y comenzó a impartir clases en el conservatorio. Su pasión por la enseñanza la llevó en 2006 a fundar la academia de Danza Mares junto a María Álvarez Feal. Durante casi dos décadas, este centro ha sido el epicentro de su labor formativa, dejando huella en generaciones de bailarines.

La enseñanza fue su gran pasión, y su entrega se reflejaba en cada clase. Sus alumnos, pequeños y mayores, absorbieron no solo sus conocimientos, sino también su disciplina y amor por la danza. Ahora, su ausencia deja un enorme vacío, pero su huella permanece imborrable en el corazón de quienes la conocieron.

El arte de la danza pierde a una gran maestra, pero su legado seguirá vivo en cada paso que inspiró. Su escuela continuará con su misión, preservando su esencia y su dedicación inquebrantable. Aunque físicamente ya no esté, su presencia será eterna en cada coreografía que enseñó y en cada alumno que formó.

Salir de la versión móvil