Atención a esto.
Antonio Cayetano Rivera Ordóñez, hijo menor de Paquirri y Carmina Ordóñez, lleva casi dos décadas alternando el traje de luces con los flashes de las cámaras. Descendiente de una de las dinastías taurinas más célebres de España, se crió entre burladeros y tendidos, con el peso de un apellido que siempre garantizó titulares. Su alternativa en Ronda y sus tardes de triunfo en plazas como Valencia o Sevilla consolidaron su nombre en el escalafón, aunque desde el principio su figura interesó tanto por lo que hacía en el ruedo como por lo que representaba fuera de él. Ese doble perfil, torero y personaje público, lo convirtió en un rostro recurrente en las portadas de las revistas del corazón.

Muy pronto, Cayetano dejó claro que su imagen era también un activo: desfiló para Armani, protagonizó campañas de moda y perfumes y se movió con soltura en el circuito de las alfombras rojas. La industria lo abrazó como icono de elegancia masculina, a medio camino entre el glamour clásico del toreo y la estética de las grandes firmas internacionales. Mientras otros compañeros de profesión mantenían un perfil discreto, él se dejaba ver en front rows, estrenos y presentaciones, multiplicando su presencia mediática. Ese lado más cosmopolita reforzó la idea de que no era un diestro al uso, sino un personaje mediático con agenda propia más allá de las ferias taurinas.
Su vida sentimental terminó de sellar el idilio con la prensa rosa: primero con su matrimonio con la modelo y actriz Blanca Romero, cuya hija adoptó, y después con la presentadora Eva González, con quien tuvo un hijo. Bodas, separaciones, posados en exclusiva y vacaciones familiares han nutrido durante años los kioscos, donde el apellido Rivera competía en interés con el de la propia familia Alba o la saga Pantoja. A su alrededor gravita además un árbol genealógico lleno de nombres conocidos, desde su hermano Fran hasta Kiko Rivera, lo que garantiza que cualquier gesto tenga repercusión mediática inmediata. No es exagerado decir que Cayetano creció sabiendo que, en su caso, lo privado rara vez se quedaría dentro de casa.
Entre el ruedo y el plató.
Con los años, el torero ha aprendido a manejarse en ese ecosistema de tertulias, exclusivas y magacines donde se debate desde su agenda taurina hasta sus conflictos familiares. Ha demandado a cadenas por intromisión en su intimidad, ha dado entrevistas calculadas para ajustar su relato y ha intentado marcar límites a unos focos que rara vez se apagan del todo. Su reciente anuncio de retirada definitiva de los ruedos en 2025 llegaba, precisamente, envuelto en ese tono confesional de las redes y los programas de corazón. Lo que quizá no esperaba es que, a las puertas de ese adiós, un incidente fuera de la plaza lo situara de nuevo en el centro del debate público.

Ese episodio es el accidente de tráfico ocurrido el pasado domingo por la tarde a la salida del Real Club Sevilla Golf, cuando la furgoneta que conducía perdió la trayectoria, se subió a una glorieta ajardinada y acabó derribando una palmera. Las imágenes del lugar del choque mostraban el vehículo con daños evidentes en el frontal y restos del árbol sobre el césped, pero sin heridos de gravedad. Lo que, en principio, podía parecer un susto más en carretera cobró otra dimensión cuando se supo que el programa El Tiempo Justo había accedido al atestado de los dos agentes de la Policía Local de Alcalá de Guadaíra que acudieron a la vivienda del torero. Según ese documento, los policías se personaron en su domicilio aproximadamente dos horas después del impacto, un lapso temporal que ahora se ha convertido en pieza clave del rompecabezas.
El atestado pone el foco más en la conducta posterior de Rivera que en el golpe en sí, y detalla que el diestro habría rechazado en varias ocasiones someterse a la obligatoria prueba de alcoholemia tras un siniestro de tráfico. Esa supuesta negativa reiterada figura como posible delito de desobediencia o resistencia a la autoridad, extremo que la defensa discute frontalmente.
El informe también recoge que, inmediatamente después del choque, el torero abandonó la rotonda y caminó hasta su casa, situada a muy poca distancia, de modo que los agentes no lo encontraron en el lugar del accidente cuando llegaron. Ese movimiento, que para algunos podría sugerir una huida, es presentado por el entorno de Rivera como una reacción instintiva de alguien que busca refugio en su domicilio tras un susto.
La guerra de versiones.
Cayetano, por su parte, ha sostenido que nunca se negó de forma consciente a soplar en un alcoholímetro ni, por tanto, existe un positivo oculto, y explica el incidente como un simple “despiste” al intentar coger un mando a distancia dentro del vehículo, insistiendo en que el impacto fue “mínimo” y en que estaba en pleno estado de “aturdimiento” cuando habló con los agentes. Su abogado, Joaquín Moeckel, ha denunciado en distintos platós que su cliente no fue informado de manera clara de la obligatoriedad de la prueba ni de las consecuencias legales de oponerse, y que el hecho de que se marchara a casa obedece únicamente a que estaba a unos metros del lugar y buscaba serenarse tras el golpe.
El caso ha saltado también a la Crónica Rosa de Es la Mañana de Federico, en esRadio, donde Federico Jiménez Losantos, la subdirectora Isabel González y los colaboradores Ana Mateu, Beatriz Cortázar y Carlos Pérez Gimeno han diseccionado el minutado del siniestro, con el locutor resumiendo la clave en una frase: “El juicio que venga se va a basar en esas dos cuestiones”. En antena, González ha desgranado los puntos más polémicos del atestado con este resumen literal: “A las ocho de la tarde se produce el accidente pero la Policía no redacta el informe hasta dos horas después. Una de las respuestas que da es que efectivamente huele a alcohol en distancia corta pero que él no está sudoroso o pálido, rasgos compatibles con la embriaguez. No se realiza prueba de alcoholemia y ahora la defensa se va a centrar en esas dos horas y lo que pudo pasar o no”.
El accidente de Cayetano llega en un momento en el que la opinión pública española sigue muy pendiente de otros percances sufridos por rostros populares, especialmente en la carretera. Uno de los más comentados en los últimos meses ha sido el de María Jesús Grados, la incombustible “María Jesús y su acordeón”, que sufrió un aparatoso choque frontal cuando circulaba por la CV-763 entre La Nucía y l’Alfàs del Pi, en Alicante.
La artista tuvo que ser hospitalizada y pasó varios días en observación, aunque finalmente se confirmó que estaba fuera de peligro. Las imágenes del vehículo siniestrado y la posterior cascada de mensajes de cariño en redes sociales reavivaron el vínculo emocional de varias generaciones con la mujer que popularizó el célebre baile de los pajaritos.
En televisión, otro susto muy comentado fue el que protagonizó el humorista y presentador Miki Nadal, que sufrió un accidente de tráfico en la provincia de Burgos cuando se dirigía a Vitoria para presentar un nuevo programa en el FesTVal. El coche en el que viajaba quedó seriamente dañado, pero tanto él como el resto de ocupantes resultaron ilesos, lo que permitió que el propio Nadal contara el episodio con su habitual ironía. Las fotografías del vehículo y los vídeos posteriores, en los que el presentador agradecía el cariño recibido, circularon con rapidez por redes y programas de entretenimiento. Más allá del susto, el caso volvió a poner sobre la mesa la fragilidad de esos desplazamientos rutinarios que muchos rostros mediáticos realizan a diario para acudir a rodajes, galas o festivales.
Cuando la fama se cruza con el riesgo.
Tampoco han pasado desapercibidos los percances en la montaña y la nieve, escenarios habituales para otro rostro muy querido, el aventurero y presentador Jesús Calleja. En 2023, el leonés anunció que tendría que pasar por quirófano tras una aparatosa caída esquiando, sufrida mientras grababa contenidos relacionados con su programa de aventuras. Él mismo relató el siniestro en sus redes, combinando su tono desenfadado con mensajes de prudencia para quienes se lanzan a deportes extremos sin la preparación adecuada. El relato, ampliamente recogido por los medios generalistas, contribuyó a reforzar su imagen de tipo intrépido, pero también vulnerable, capaz de convertir un contratiempo médico en una lección de responsabilidad.
El impacto de estos sucesos no se limita a figuras nacionales: los fans españoles también siguieron con preocupación el reciente accidente de tráfico del cantante Felix, miembro del grupo de K-pop Stray Kids, ocurrido el pasado febrero en el aparcamiento del Inspire Arena de Incheon. Un autobús golpeó por detrás el coche en el que viajaba el artista y, aunque el choque fue leve, el desplazamiento brusco del cuerpo provocó una fractura en uno de sus brazos.
La lesión le impidió asistir al encuentro oficial con fans SKZ 5’CLOCK, y las redes se llenaron de mensajes en castellano pidiendo su pronta recuperación, prueba del peso que la cultura pop coreana tiene ya en nuestro país. Casos como estos, sumados ahora al de Cayetano Rivera, recuerdan que el eco de un accidente se multiplica cuando el protagonista es célebre, y que la mezcla de preocupación y morbo convierte cada parte médico y cada atestado en un relato de interés colectivo.
En redes sociales, el detalle que más comentarios está generando no es tanto el golpe del coche como la palmera arrasada en la rotonda, convertida ya en protagonista involuntaria del suceso. La frase de Blanca Romero, que reaccionó con un irónico “Pobre palmera, amo la naturaleza”, ha sido ampliamente compartida y versionada en memes, hilos y vídeos. Muchos usuarios han tomado esa reacción como símbolo del tono de cachondeo con el que una parte del público está siguiendo el caso, relativizando el susto y centrando el foco en el árbol caído. Otros, en cambio, critican la ligereza del comentario y señalan que detrás de la broma hay un posible delito de desobediencia que no debería trivializarse, lo que ha avivado aún más el debate digital en torno al accidente de Cayetano.