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Mario Vaquerizo se separa de Alaska el día de su cumpleaños tras 26 años de relación

Una de las parejas más queridas del país.

Mario Vaquerizo lleva años convertido en uno de esos personajes que trascienden su oficio inicial. Empezó siendo conocido por la música, por la estética glam y exagerada de Nancys Rubias, pero el tiempo lo ha convertido en una figura omnipresente en platós, radios y programas de entretenimiento. Su forma de hablar, su humor disparatado y su manera de entender la fama han hecho de él un personaje fácilmente reconocible incluso para quien no sigue su carrera musical. Hoy es, sobre todo, un rostro televisivo que vive cómodo entre cámaras, focos y titulares.

Su historia de amor con Alaska es casi tan célebre como él mismo. Forman una pareja icónica dentro de la cultura pop española, una dupla que ha sabido convertir su vida cotidiana en relato público sin perder del todo la sensación de complicidad privada. Desde finales de los noventa se han mostrado como un tándem creativo, sentimental y empresarial, mezclando música, televisión, libros y proyectos conjuntos. Esa exposición continua ha alimentado durante años el interés de la audiencia por lo que ocurre puertas adentro en su casa.

La prensa rosa encontró pronto en ellos un filón: dos personajes carismáticos, con estética inconfundible y una relación que parecía desafiar el paso del tiempo. Portadas, reportajes y tertulias han diseccionado desde sus outfits hasta el modo en que se hablan en público.

Mario, lejos de huir, ha jugado con esa curiosidad ajena, convirtiendo la anécdota íntima en material de espectáculo cuando le convenía. Esa estrecha relación con el universo del corazón explica por qué cada gesto, cada ausencia y cada frase dicha a cámara se analiza casi como si fuera un parte oficial de su vida amorosa.

Entre bambalinas.

Con el paso de los años, Vaquerizo se ha consolidado como un profesional del show que conoce a la perfección el poder narrativo de un buen momento televisivo. Sabe cuándo dejarse llevar por la emoción y cuándo tirar de ironía para rebajar la tensión, y esa habilidad le ha mantenido en primera línea más allá de modas pasajeras. Su matrimonio con Alaska ha sido, también, un relato seriado que la audiencia sigue con fidelidad, como si se tratara de una ficción que se escribe en directo. En ese contexto, cualquier detalle que se salga de la norma habitual de la pareja se amplifica enseguida.

El último ejemplo de esa lupa mediática ha llegado a través de un viaje de trabajo que, a la vez, ha sido un viaje emocional. Vaquerizo participó en Cazadores de imágenes, el formato de La Sexta en el que el aventurero y fotógrafo Gotzon Mantuliz acompaña a famosos a enclaves salvajes del planeta. Esta vez el destino fue Uganda, con rincones de naturaleza extrema y encuentros con animales que pocas personas llegan a ver tan de cerca. Entre una parada y otra, el showman compartió con su guía algo que le pesaba especialmente esos días.

En plena grabación, Mario se dio cuenta de que la aventura africana coincidía con una fecha muy señalada en su casa. Nervioso, pidió ayuda a su acompañante: “Tienes que hacerle un vídeo a Olvi, que hoy es su cumple”, le dijo Mario Vaquerizo a Gotzon. Después, casi como si él mismo no terminara de creérselo, añadió una confesión que dejaba ver lo excepcional del momento: “¿Tú sabes que es la primera vez en 26 años que no pasamos el cumpleaños juntos?”, añadía el marido de Alaska. Para una pareja que ha hecho bandera de estar siempre unida, ese pequeño desajuste de agenda no era un detalle menor.

Safaris televisivos.

La experiencia en Uganda no solo fue un catálogo de paisajes impresionantes y fauna imponente; también se convirtió en un espejo donde Mario miró su propia vida. Siguiendo el itinerario marcado por Mantuliz, el showman se encontró cara a cara con rinocerontes blancos, aves tan singulares como los picozapatos y, sobre todo, con los gorilas de montaña. Fue en ese encuentro cuando la faceta más sentimental de Vaquerizo se impuso sobre el personaje televisivo. Entre lianas, barro y silencio, el recuerdo de Alaska se coló sin pedir permiso.

Frente a una gorila que amamantaba a su cría, la coraza del showman se resquebrajó. “Me estoy acordando tanto de mi mujer…”, decía llorando el showman, que reveló que ella le inculcó el amor a los simios. Contemplando la escena, habló también del padre de la cría, de esa forma de proteger a los suyos que reconocía como algo cercano. “Qué bonita mirada. Ahí es donde me he quebrado un poco. En la mirada del padre gorila”, añadía Vaquerizo. La naturaleza, una vez más, servía de escenario para una confesión íntima retransmitida a todo el país.

En paralelo a esa imagen de ternura en medio de la selva, fuera de las pantallas se arrastraba desde hace tiempo un runrún persistente. En redes sociales y programas de corazón lleva meses instalándose la idea de que Alaska y Mario podrían no estar atravesando su mejor etapa. La distancia forzada por ese cumpleaños sin celebración compartida ha servido para alimentar teorías y susurros. El relato romántico de una pareja inseparable se ve ahora cuestionado por la sospecha de que algo se tambalea.

Parejas bajo la lupa.

No sería la primera vez que una relación muy expuesta entra en zona de turbulencias y se ve juzgada en tiempo real. En los últimos años hemos visto cómo parejas mediáticas como Shakira y Gerard Piqué acababan rompiendo tras una larga sucesión de rumores, canciones con mensajes velados y titulares encadenados. También el matrimonio de Risto Mejide y Laura Escanes se fue desgastando bajo una atención constante hasta que ambos confirmaron su separación. Cada gesto, cada falta de complicidad en público, se leyó entonces como una pista que anunciaba el desenlace.

Otros famosos han atravesado crisis sonadas sin llegar necesariamente a la ruptura definitiva. Tamara Falcó e Íñigo Onieva protagonizaron una montaña rusa emocional con infidelidades, cancelaciones de boda y reconciliaciones retransmitidas minuto a minuto. Aun así, terminaron pasando por el altar, demostrando que las crisis intensas no siempre son el capítulo final. David y Victoria Beckham, por su parte, han sobrevivido a décadas de especulaciones, demostrando que se puede seguir adelante a pesar de los titulares más incómodos.

El patrón se repite: cuanto más pública es una relación, más difícil resulta gestionar los baches con discreción. A veces, la presión externa acelera decisiones que quizá, en privado, se habrían tomado con más calma. Otras veces, esa misma presión refuerza el vínculo y empuja a las parejas a hacer frente común ante el ruido de fondo. En el caso de Alaska y Mario, la narrativa pública oscila entre quienes ven simple desgaste lógico tras tantos años y quienes auguran una ruptura inminente. La falta de imágenes recientes juntos en ciertas fechas clave aviva la sensación de que algo ha cambiado.

Cuando se habla de ellos, inevitablemente se les compara con otros tándems que han vivido sacudidas similares. Sara Carbonero e Iker Casillas, por ejemplo, pasaron de ser la pareja perfecta del deporte y el periodismo a anunciar su separación tras años de vida compartida ante las cámaras.

Más recientemente, historias como la de Aitana y Sebastián Yatra, llenas de idas y venidas y de pistas en forma de canciones y apariciones públicas, han mostrado cómo la generación más joven de artistas también negocia el amor bajo el escrutinio permanente del público. En todos esos casos, las redes sociales han actuado como altavoz y lupa al mismo tiempo.

En medio de este contexto, cada decisión que toman Alaska y Mario genera lectura entre líneas. Un cumpleaños no compartido, un viaje profesional a miles de kilómetros o una ausencia puntual en una alfombra roja bastan para encender el debate. Mientras algunos insisten en que su historia podría estar acercándose a un punto de inflexión, otros recuerdan que las parejas de larga duración atraviesan etapas de cambio sin que eso implique necesariamente un final. Lo cierto es que, por ahora, solo ellos saben qué hay detrás de las lágrimas de Mario ante los gorilas y de ese hueco inesperado en la tarta de cumpleaños. El resto, como casi siempre en la prensa rosa, es interpretación.