‘First Dates’ no deja de sorprender.
¿Qué pasaría si tuvieras una cita a ciegas con alguien que resultara ser tu media naranja? ¿O con alguien que te hiciera huir despavorido? Eso es lo que viven cada día los participantes de ‘First Dates’, el show de Cuatro que lleva cinco años arrasando en la pequeña pantalla y que nos ha dejado escenas para el recuerdo.

El programa está presentado por el carismático Carlos Sobera, que ejerce de maestro de ceremonias y de celestino, y que nos enseña cómo se desarrollan los encuentros entre personas que no se conocen de nada y que buscan el amor en el restaurante más conocido de España. Pero ‘First Dates’ no es solo un programa para pasar el rato. Es también un reflejo de la diversidad y la riqueza de nuestra sociedad, donde hay cabida para todo tipo de personas y situaciones.
En el programa hemos podido ver a gente de todas las edades, orientaciones, razas, religiones y capacidades… Todos ellos con algo en común: las ganas de encontrar a esa persona con la que compartir su vida. Y hemos descubierto que el amor no entiende de límites ni de obstáculos, y que cada uno lo siente y lo muestra a su manera. Hemos aplaudido los éxitos de algunos comensales, y hemos sufrido con los fracasos de otros.
«La veo muy mayor».
Un ejemplo de estos últimos fue la cita entre Carlos y Susana, que empezó mal y acabó peor. Él llegó al restaurante sin mucha ilusión, diciendo que solo venía porque su hija le había insistido mucho. Además, dijo que tenía una preferencia muy particular: “Las ojeras dan un toque enigmático”.

Susana, profesora de primaria en Palma de Mallorca, confesó que los hombres no se fijaban mucho en ella, por lo que tenía la esperanza de encontrar a su príncipe azul. Sin embargo, Carlos no quedó muy impresionado con ella: “La he visto muy mayor”.
Él le dijo que le parecía muy bohemia, y ella lo confirmó, contando que en los años 80 se fue a vivir a Holanda. Mientras narraba sus aventuras por el mundo, era difícil saber qué pensaba Carlos, que se mantuvo con una cara seria todo el tiempo.

“Me parece un hombre triste”, pensó Susana al decirle que le encantaba bailar, a lo que él respondió con un evidente desdén por esa afición. Susana comprobó su teoría cuando sonó música, se levantó para moverse, pero Carlos se negó con un rotundo “Yo no voy a bailar. Baila tú sola, yo te observo”. De ahí en adelante, la cita fue un desastre. En el momento de la verdad, Carlos no quiso darle una segunda oportunidad a su cita, y Susana tampoco.